En la época en la que nació Clara los hombres se habÃan montado el chollo del siglo. Las mujeres les cocinaban lentejas, les lavaban la ropa y les planchaban del derecho y del revés los calcetines. Fuera del trabajo sucio no tenÃan ni voz ni voto. Clara lo vio clarito: aquella tomadura de pelo tenÃa los dÃas contados. Plantó cara a todos los bigotes y barbas que se le cruzaron por el camino y no paró hasta que todas las abuelas, madres y tÃas de España conquistaron su propia voz. Y su voto.